domingo, 21 de agosto de 2011

El Sol

No me gusta la lluvia. Nada.

No voy a decir que de pequeña pensaba que eran los ángeles que lloraban, como se suele decir. Y eso que en el mundo de fantasía en el que vivía (y vivo) raro es que no lo pensara. Pero no. Siempre supe que era lluvia. Nubes cargadas de agua que con toda su mala hostia la descargan en nosotros. Y nos mojan. Nos pillan en los momentos más inesperados. Nos hacen cancelar planes, mojarte la ropa y estar incómodo el resto del día, joderte el peinado que tanto esmero pusiste para hacerlo.

Anti pelo ondulado alisado con plancha, anti maquillaje, anti zapatos y cazadoras de ante, anti citas románticas, anti conciertos al aire libre, anti descapotar el coche, anti fumar en la calle. La lluvia es buena para las plantas, no para las personas.

El cielo se encapota, negro, tan negro, tan enfadado, con tantas ganas de descargar su ira... Que da miedo. Los rayos sin embargo me gustan, porque son luz, son lo más parecido al sol que las nubes esconden rabiosos, celosos, riendo de medio lado, mirando por encima del hombro que no tienen.

Cuando llueve con sol... es otra historia. Porque cuando llueve con sol salimos corriendo a buscar el Arcoiris. Que aunque hayamos visto tantas veces, siempre parece la primera. Porque es mágico, porque es un efecto óptico de colores donde vivían los osos amorosos. Y parecemos niños corriendo a ver quien lo ve primero. La lluvia con sol es buena, es válida, no es anti nada, porque sabes que luego está el sol para salvarte. No hay nubes negras malas.


Ahora mismo llueve. Pero da igual porque estoy en casa contigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso Post, I love Virginia!!!!